lunes, 3 de septiembre de 2012

Integrar a los pigmeos

(Mongoumba, República Centroafricana)
P. Jesús Ruiz


En nuestra parroquia tenemos unos 3.500 pigmeos aka que viven dispersos en la selva en una multitud de pequeños campamentos. Sin ningún pudor puedo decir que viven en una auténtica situación de esclavitud. Las compañías madereras han invadido su hábitat natural, la selva, y este pueblo se ha visto obligado a salir de su mundo ancestral para cohabitar con una población bantú que los margina y desprecia.

Marginados y despreciados



El pigmeo es un pueblo sin derechos ni estatuto de ciudadano; el Gobierno centro-africano sólo se acuerda de ellos para danzas folclóricas y para recoger el dinero de proyectos internacionales que deberían ir para promocionar y salvar su cultura como bien de la humanidad; no en vano son ellos los primeros pobladores de África.


Desgraciadamente a nivel eclesial están también excluidos: ellos mismos no se consideran dignos y muchos cristianos no les tratan como verdaderos hermanos. Uno de los objetivos de nuestra pastoral parroquial es integrar a esta población en el ámbito social y eclesial. Por eso, desde hace más de 15 años la misión de Mongoumba trabaja en escuelas de integración del pueblo pigmeo. Tenemos seis escuelas en sitios estratégicos de la parroquia cerca de los campamentos pigmeos, pero se trata de escuelas con tan sólo los dos primeros cursos de Primaria.


 Hemos creado una escuela de integración de pigmeos con todo el ciclo de Primaria

Después de estos dos primeros años los niños pigmeos tendrían que ir a las escuelas estatales, pero se resisten al encontrarse en minoría marginada y ridiculizada. Por eso, desde hace unos años hemos creado una escuela de integración de pigmeos en Mongoumba con todo el ciclo de Primaria.

Pero nos hemos dado de bruces con la compleja realidad de este pueblo, y es que durante las campañas de recolección los niños abandonan la escuela y se adentran con los padres en la selva para tener también asegurada la comida. No son pocos los que tienen que recorrer cada día hasta siete kilómetros de ida y otros tantos de vuelta sin apenas comer; por eso no es raro que algunos se duerman en clase.

Para que la escuela no se convierta en algo odioso, hemos creado un pequeño comedor donde cada mañana ofrecemos a los niños una especie de arroz con leche u otro alimento local. Ahora, muchos llegan media hora antes de comenzar la escuela esperando su ración de comida para que el estudio sea más llevadero.

Al comienzo del curso les preguntaba a los niños qué querían ser de mayores. Uno me dijo que quería ser maestro, otro médico, otro misionero y hasta hubo uno que quería ser gobernador de la provincia… ¿Por qué no? La comunidad apostólica de Mongoumba, compuesta por dos sacerdotes combonianos y dos laicas misioneras combonianas, también tenemos sueños parecidos… Los sueños se hacen realidad cuando se invierte de corazón en lo soñado.

Estoy convencido de que el Evangelio es una propuesta para integrar a los que están fuera, abrir las puertas al que llama, ensanchar nuestros espacios eclesiales para no ahogarnos en nuestras viejas costumbres, optar por los últimos de los últimos… En mi parroquia hoy son los pigmeos, por eso queremos abrir nuevos horizontes para estos niños y para este pueblo.











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