domingo, 1 de julio de 2012

Evangelio según San Marcos 5, 21-43

Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ellas, para que se cure y viva". Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente. Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: "Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?". Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: "No temas; basta que tengas fe". No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontraron el alboroto de los que lloraban y se lamentaban. Entró y les dijo: "¿Qué estrépito y qué lloro son estos? La niña no esta muerta, esta dormida". Se reían de él. Pero él los echo fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y los acompañantes entró donde estaba la niña, la tomó de la mano y le dijo: "Talitha quimi" (que significa: Contigo hablo, niña, levántate). La niña se puso en pie inmediatamente y echo a andar -tenía doce años-. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

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