viernes, 29 de marzo de 2013
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Evangelio según San Juan 18, 1-19, 42:
Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: ¿A quién buscáis? Le contestaron: A Jesús el Nazareno.
Díceles: Yo soy. Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos.Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó de nuevo: ¿A quién buscáis?
Le contestaron: A Jesús el Nazareno. Respondió Jesús: Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos. Así se cumpliría lo que había dicho: De los que me has dado, no he perdido a ninguno. Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. Jesús dijo a Pedro: Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber? Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suero de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año. Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo. Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro. La muchacha portera dice a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre? Dice él: No lo soy. Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina. Jesús le respondió: He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho. Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así contestas al Sumo Sacerdote? Jesús le respondió: Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas? Anás entonces le envió atado al Sumo Sacerdote Caifás. Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: ¿No eres tú también de sus discípulos? El lo negó diciendo: No lo soy. Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: ¿No te vi yo en el huerto con él? Pedro volvió a negar, y al instante cantó un gallo. De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua. 29Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? Ellos le respondieron: Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado.Pilato replicó: Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley. Los judíos replicaron: Nosotros no podemos dar muerte a nadie. Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir. Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondió Jesús: ¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí? Pilato respondió: ¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Respondió Jesús: Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí. Entonces Pilato le dijo: ¿Luego tú eres Rey? Respondió Jesús: Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para est he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. Le dice Pilato: ¿Qué es la verdad? Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: Yo no encuentro ningún delito en él. Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos? Ellos volvieron a gritar diciendo: ¡A ése, no; a Barrabás!
Barrabás era un salteador. Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; 3y, acercándose a él, le decían: Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas. Volvió a salir Pilato y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él. Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: Aquí tenéis al hombre. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: ¡Crucifícalo, crucifícalo! Les dice Pilato: Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en él. Los judíos le replicaron: Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios. Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más. Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta. Dícele Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte? Respondió Jesús: No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado. Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César. Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá. Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los judíos: Aquí tenéis a vuestro Rey. Ellos gritaron: ¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale! Les dice Pilato: ¿A vuestro Rey voy a crucificar? Replicaron los sumos sacerdotes: No tenemos más rey que el César. Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos. Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: No escribas: "El Rey de los judíos", sino: "Este ha dicho: Yo soy Rey de los judíos". Pilato respondió: Lo que he escrito, lo he escrito. Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca. Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados.Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: Tengo sed. Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: Todo está cumplido. E inclinando la cabeza entregó el espíritu. Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo - aquel que anteriormente había ido a verle de noche - con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
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